"Millones de personas en todo el mundo sobreviven sometidas a la pobreza y la exclusión social y no es probable que en los próximos años estas condiciones vayan a desaparecer. Esta grave situación atañe a toda la humanidad que no puede ni debe cerrar los ojos ante ella. Mientras persista, todos estamos un poco empobrecidos y somos en cierto modo excluidos." (Estivill, 2003)
Como deja entrever la definición anterior la exclusión social tendrá un efecto diferente según determinadas características de las personas (“factores endógenos”) llegando a ocurrir que algunos colectivos sean más vulnerables que otros ante los procesos de empobrecimiento y exclusión social, como ocurre con las personas con discapacidad, las jóvenes, las inmigrantes, las mujeres (la dificultad se agrava en todos los colectivos por razón de género), a quienes pertenecen a minorías étnicas o a las personas mayores de 45 años.
Es importante destacar que hablar de colectivos tiene al menos un peligro y es que puede enturbiar el verdadero sentido de los procesos de exclusión y acabar provocando la proliferación de colectivos (presidiarios/expresidiarios, toxicómanos, sin techo, sin coche…)
“La noción de exclusión no define intrínsecamente quiénes son los excluidos y de qué lo son. Existe una cierta tendencia a identificar de forma mecánica la identidad étnica, sexual, de género o de edad con la problemática de la exclusión y por lo tanto, con la condición de excluido. Esta identificación tiende a soslayar la importancia de las coordenadas de la posición en la estructura social y, en consecuencia, la participación efectiva en la sociedad. Resulta evidente que estos factores no resultan exclusivamente de una identidad sexual, étnica o de edad.” (Touraine, 1997) Y es aquí donde cobran importancia los factores exógenos.
Exclusión social y pobreza describen realidades diferentes
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Por su parte la exclusión social va más allá de la pobreza “se refiere a los factores múltiples y cambiantes que provocan que determinadas personas queden excluidas de los intercambios normales, de las prácticas y derechos de la sociedad moderna. La pobreza es uno de los factores más obvios, pero la exclusión social también hace referencia a la vulneración de derechos en la vivienda, la educación, la salud y el acceso a los servicios. Afecta a individuos y a grupos, especialmente en áreas urbanas y rurales, a aquellos que están de algún modo sujetos a discriminación o a segregación; y enfatiza la debilidad de la infraestructura social y el riesgo de permitir que se establezca por defecto una sociedad de doble ciudadanía”.COMMISSION (1993).
Esto es, el análisis del fenómeno de la exclusión no puede individualizarse, culpando a las personas excluidas de su situación de desventaja y olvidando el condicionamiento estructural del fenómeno. Algunos factores estructurales son: la influencia de las pautas culturales en los procesos de socialización que originan la construcción de diferentes proyectos ocupacionales según el sexo del individuo, las altas tasas de temporalidad que en numerosas ocasiones genera carreras profesionales erráticas, las consecuencias laborales de los cambios en los procesos productivos, los cambios en las estructuras familiares y en los ciclos vitales, el desmembramiento del estado de bienestar, la evolución y regulación de los fenómenos migratorios, etc.
Las circunstancias que conducen a la exclusión son diferentes según las sociedades y momentos históricos, luego no pueden ser analizadas sin tener como referencia los comportamientos y estilos de vida del conjunto de la sociedad. La condición de persona excluida no puede definirse a partir del conjunto de atributos de las personas o de los grupos, sino por su separación y aislamiento del resto de la sociedad.
La exclusión tiene una naturaleza dinámica y se refiere mucho más a un proceso o a un conjunto de procesos que a una situación estable o a un estado. Las personas excluidas son aquellas que han sido progresivamente invalidadas por la coyuntura, por las reglas del juego social y económico (Àngela Gabàs i Gasa, 2003).
Se ha señalado la existencia de fases o estadíos en los procesos de exclusión (Castel, R 1990):
i) Zona de integración, seguridad o estabilidad. Corresponde a la situación típico-ideal de la población con trabajo y protección social asegurada y sólida relación familiar y vecinal. Aunque en este grupo existen grandes desigualdades sociales, éstas no suponen una amenaza para la estabilidad social.
ii) Zona de vulnerabilidad, precariedad o inestabilidad. La situación se caracteriza por la fragilidad, la inseguridad de las relaciones laborales precarias y la inadecuación de los soportes familiares y sociales.
iii) Zona de exclusión o marginación. Se caracteriza por una retirada del mundo laboral, la ausencia de otro tipo de protección social y aislamiento social. Este grupo sufre las formas más extremas de pobreza, carece de acceso a las formas normalizadas de participación social y son incapaces de salir por sí solos de esta situación. En este grupo se encuentran los tradicionales beneficiarios de la asistencia social. Su reducido volumen no lo hace relevante en la desigualdad social.
Según esta concepción, los individuos basculan de unas zonas a otras en un proceso en el que tiene un peso importante la relación con el mercado laboral. Las rupturas son compensadas por redes protectoras como la familia, la solidaridad comunitaria o pública. Cuando todos estos mecanismos fallan, las personas y familias se precipitan hacia situaciones de fuerte irreversibilidad.
Como se viene indicando, además de las limitaciones económicas, también se sufre de carencias sociales, políticas y culturales, y sobre todo es la interconexión de situaciones de desventaja en todas las dimensiones lo que genera la falta de participación en los intercambios sociales generales.
Es importante tener en cuenta la idea de interconexión pues ocurre que el acceso a un recurso concreto implica la obtención de otros recursos. Por ejemplo, el acceso al empleo además de ingresos nos proporciona también mayores derechos de seguridad social (nos acerca a las prestaciones contributivas), un prestigio social (al menos el derivado de nuestra autonomía), más posibilidades educativas (por ejemplo, actualmente la formación continua incluye acciones formativas que no se imparten o se imparten en menor grado en la formación ocupacional). La posesión de la ciudadanía da derecho a ejercer el voto, a ser protegido de forma más amplia por la legislación laboral o a la asistencia sanitaria más allá de las situaciones de urgencia.
Resumiendo:
El concepto de exclusión social se define como un “fenómeno que conjuga una serie de factores endógenos (sexo, edad, raza...) y exógenos (extracto social, cultural, económico...) que dificultan o impiden el desarrollo integral del individuo” y está caracterizado por hacer referencia a situaciones de desventaja social debidas a causas estructurales (pautas culturales que influyen en los procesos de socialización, el funcionamiento del mercado de trabajo...), por ser un proceso relativo (estos procesos varían de según diferentes sociedades y momentos históricos), dinámico (una persona que se encuentre en la zona de integración puede transitar hacia la exclusión y viceversa) y multidimensional (la persona se ve sometida al efecto combinado de carencias en múltiples dimensiones: económica, social y política)
Exclusión social
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